sábado, 16 de julio de 2011

Uno de otro

En este blog suelo poner cosas mías ya sé, pero voy a hacer una excepción, todo sea por Saramago. Estoy trabajando en el armado de una antología cuyo eje es la niñez y su lado B. La recuperación de esas historias de niños o sobre niños sin final feliz. Y si lo tienen, el mientras tanto no lo ha sido. En mi búsqueda me tropecé, porque fue más fortuito que un hallazgo, con un poema que me gustó muchísimo y quiero compartir, además del poema tal vez, mi gusto por el poema. Ojalá lo disfruten tanto como yo.

Protopoema de J.Saramago
En "Las pequeñas memorias"

Del ovillo enmarañado de la memoria, de la oscuridad,
de los nudos ciegos, tiro de un hilo que me aparece
suelto.
Lo libero poco a poco, con miedo de que se deshaga
entre mis dedos.
Es un hilo largo, verde y azul, con olor a cieno, y tiene
la blandura caliente del lodo vivo.
Es un río.
Me corre entre las manos, ahora mojadas.
Toda el agua me pasa por entre las palmas abiertas, y de
pronto no sé si las aguas nacen de mí o hacia mí
fluyen.
Sigo tirando, no ya sólo memoria, sino el propio cuerpo
del río.
Sobre mi piel navegan barcos, y soy también los barcos
y el cielo que los cubre y los altos chopos que
lentamente se deslizan sobre la película luminosa
de los ojos.
Nadan peces en mi sangre y oscilan entre dos aguas
como las llamadas imprecisas de la memoria.
Siento la fuerza de los brazos y la vara que los
prolonga.
Al fondo del río y de mí, baja como un lento y firme
latir del corazón.
Ahora el cielo está más cerca y cambió de color.
Y todo él es verde y sonoro porque de rama en rama
despierta el canto de las aves.
Y cuando en un ancho espacio el barco se detiene, mi
cuerpo desnudo brilla bajo el sol, entre el esplendor
mayor que enciende la superficie de las aguas.
Allí se funden en una sola verdad los recuerdos confusos
de la memoria y el bulto súbitamente anunciado
del futuro.
Un ave sin nombre baja de no sé dónde y va a posarse
callada sobre la proa rigurosa del barco.
Inmóvil, espero que toda el agua se bañe de azul y que
las aves digan en las ramas por qué son altos los
chopos y rumorosas sus hojas.
Entonces, cuerpo de barco y de río en la dimensión del
hombre, sigo adelante hasta el dorado remanso
que las espadas verticales circundan.
Allí, tres palmos enterraré mi vara hasta la piedra viva.
Habrá un gran silencio primordial cuando las manos se
junten con las manos.
Después lo sabré todo.